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Editorial - De Música y Pintura
Julio de 2013 - Manuel Medina | Benalmádena Costa - Málaga 
   
























    Recientemente, el Teatro Cervantes de Málaga organizó un concierto en el que Chucho Valdés, junto a su formación "Afro-Cuban Messengers", rindió tributo a su padre, Bebo Valdés. Al homenaje musical se sumó el pictórico, pues el artista plástico NOÉ elaboró un lienzo de gran formato durante y bajo la inspiración de la impresionante actuación del músico. Un performance de Música & Pintura que dio lugar, pocos días después, a un almuerzo para la prensa organizado por Manrique Busto, en su emblemático Rincón Asturiano. En este encuentro exclusivo para medios de comunicación se dio la oportunidad de contemplar las obras creadas para aquel concierto antes de que sean entregadas en propiedad a Chucho Valdés. El pintor y escultor Noé así lo ha querido, lo que en su momento celebró Chucho al saberlo, pues a lo pictórico se une lo emocional de estas creaciones.

    Contemplar y comentar con el propio artista los cuadros expuestos nos llevaba necesariamente a la música que los inspiró. La relación entre pintura y música viene desde la Antigüedad. Los músicos aprovecharon el lenguaje colorista para traducir sus conceptos abstractos y los pintores buscaban en las creaciones sonoras inspiración que trasladar a lo plástico. Son múltiples los préstamos semánticos que un arte ha hecho al otro. El color -croma entre los griegos-, es una palabra que se utiliza como equivalente de timbre. El adjetivo "brillante", una cualidad indiscutible del color, es empleado por los músicos en el sentido de nítido. Aunque los ejemplos sean menores, lo mismo sucede a la inversa, pues los términos tono y armonía fueron una herencia que la música hizo a la pintura. Rousseau escribió en referencia a la denominada en música "escala cromática": "... la escala cromática está en medio de la diatónica y la enarmónica, así como el color está entre el blanco y el negro. O bien porque el cromatismo embellece al diatónico con sus semitonos, que logran, en música, el mismo efecto que la variedad de los colores tienen en la pintura". Además también afirmaba que los sonidos no pueden identificarse solos, separando unos de otros, tal y como sucede con los colores.

    Los románticos se interesaron en las afinidades existentes entre las dos disciplinas. Wagner relacionaba el color con la expresión musical, y Chopin decía que la lógica de sucesión de los sonidos, que él describía con un término extraído de la física del color -"reflexión aureolar"-, era un fenómeno análogo a las reflexiones de los colores. Las fronteras entre la música y la pintura se difuminaron todavía más en aquella época cuando se avivó la pasión por el cromatismo y proliferaron las composiciones del tipo "pintura musical" o "música de programa", en las que se toma como base una representación "extramusical", frecuentemente un cuadro, una narración o una poesía y ésta queda descrita en los programas de mano que se reparten entre el público.

    Henri Matisse era violinista. Muchos pintores encontraron en el lenguaje musical la descripción exacta de sus imágenes coloreadas, sobre todo aquellos simbolistas que buscaron crear un cuadro sin ningún objeto reconocible en él, lo que ocurre también viceversa. Se ha llegado al extremo con el ambicioso proyecto de Henri Lagresille -llamado método de Lagresille en su honor-. Con él se han traducido obras maestras de la música clásica en cuadros de color, asignando equivalentes de estos a ciertos acordes y movimientos musicales, que hicieron de una tocata de Bach un espléndido mosaico multicolor de suaves celestes y fuertes púrpuras. No creo que sea necesario llegar tan lejos, pues no deja de ser que los colores tienden a imitar a la naturaleza, en tanto que la música opera en forma totalmente distinta. Pero de lo que no creo que quepa duda es de la interacción fácilmente reconocible entre ambas disciplinas: ¿Quién no ha cerrado los ojos alguna vez y transformado en imágenes mentales alguna melodía? No cabe duda que artistas como Noé dan un paso más llevando esas representaciones al lienzo, transformando ritmo y melodía en trazo y color.

    No debemos, podemos, ni queremos cerrar esta disertación sin subrayar la importante labor de mecenazgo que Manrique Busto y su Restaurante Rincón Asturiano llevan a cabo. Es de lamentar que en los tiempos que corren el patrocinio reemplace al mecenazgo. Por suerte empresarios con Manrique mantienen vivo este concepto. No quiero ni pensar que hubiese sido del Renacimiento sin figuras como Donatello, Fra Angélico o el propio Miguel Ángel. El apoyo de la familia florentina de los Médicis los rescató de un más que probable anonimato.
   
Rincón Asturiano
Plaza de la Iglesia, Arroyo de la Miel -Benalmádena-
www.rinconasturiano.com
info@rinconasturiano.com
Telf.: 952567628


©Manuel Medina
Escritor y Viajero




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