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Editorial - Restaurantes Internacionales - Riad Bladi 
Riad Bladi: “El palacio de mi tierra”
Un rincón de Marruecos en la Costa del Sol
11.01.12 - Manuel Medina | Torremolinos




















Disfrutar de los sabores del Magreb, dejar que la belleza y el exotismo de la decoración árabe nos envuelvan, embriagarnos por el sonido del laúd, enamorarnos de la sensualidad del baile oriental... Soy de los que piensa que merece la pena -sin duda- realizar una escapada a Marruecos aunque sea sólo por disfrutar de algunas veladas gastronómicas. Uno de los mejores restaurantes de ese país -casi por arte de magia- ha dejado atrás las laberínticas calles de las medinas y como un espejismo que ha tomado forma, ha aparecido recientemente en la capital de la Costa del Sol. Por supuesto que seguiremos tomando el ferri a Tánger, volando a Marrakech o haciendo escala en Casablanca, pero sí de disfrutar de  una magnífica comida se trata, basta con acercarse a Torremolinos. Riad Bladi es el nuevo destino para los amantes de los aromas y sabores exóticos marroquíes.

Puede que precisemos de todo un tratado para explicar el origen y la evolución de la gastronomía árabe, pero con una sola frase podemos comunicar su esencia: es la cocina de los sentidos. Riad Bladi es un restaurante recién inaugurado en el centro de Torremolinos que ofrece un viaje a la cultura e historia de Marruecos a través de su cocina tradicional. Kemel Meksi, un veterano profesional oriundo de Casablanca, con establecimientos en Marruecos y Francia, es el propietario y creador de uno de los lugares más cautivadores que hemos visitado.

Acceder al interior y frotarse los ojos… no, no estamos en Casablanca, ni Fez, ni Rabat, ni Marrakech, pero en pocos minutos comenzaremos a sentirnos transportados a alguna de esas ciudades. La sofisticadísima decoración propia de un palacio de las mil y una noches es obra de un equipo de artesanos venidos expresamente desde distintos puntos del país vecino para tallar y dar forma a los materiales nobles que también han sido importados. Las tallas de las maderas, los arabescos de los yesos, los damasquinados, las filigranas de los metales, todo ha sido creado in situ y ha sido una laboriosa y prolongada labor digna de admiración. Pero si nos fijamos, veremos en cada detalle la maestría de un artesano: vajillas de cerámica decoradas a mano y de diseño exclusivo, mantelerías bordadas de Meknès en punto trenzado y punto de cruz, tapicerías de resplandecientes colores y un mobiliario que para sí quisieran en La Mamounia o cualquier otro establecimiento de referencia del reino alauita. 

Melik Selam, sobrino de Kemel Meksi, nos comenta que al frente del equipo de cocina se encuentra una reconocida cocinera marroquí venida ex profeso para dar a la carta un elevado nivel de calidad. Todos los productos -nos insiste Melik- son cuidadosamente seleccionados y la carne, por descontado, cumple el “halal” o conjunto de prácticas permitidas por la religión musulmana en base a la “sharia” o ley islámica. La cocina de Marruecos es, en la medida en que ha conservado casi intacta la tradición, por definición la más árabe de los países musulmanes. En contra de lo que suele pensarse no es picante ni grasa, asociando dietética y gastronomía gracias al uso de condimentos y especias que realzan sabores a la par que aportan los colores cálidos del desierto. La cocina marroquí es rica y variada y un verdadero placer para los sentidos.

Las verduras frescas son un buen comienzo para un ágape. Algunas ensaladas incorporan ingredientes tan inusuales para nosotros como el zumo de naranja, la canela, el azúcar o las uvas pasas. La sopa de Harira o la de verduras, junto a los rollitos de carne, son también magníficos entrantes. La tradición de los pinchitos morunos, condimentados en base a “ras el hanout” -literalmente la cabeza de la tienda haciendo referencia a la mejor mezcla de especias que el mercader puede ofrecer-, hace homenaje a la ciudad de Melilla, de la que procede Melik, y en la que proliferan a la par que en Ceuta los lugares en los que degustarlos. Con la Pastela de hojaldre que degustamos en Riad Bladi quedamos definitivamente subyugados, la pasta filo rellena a base de cebolla, carne (o pescado), perejil y almendras es un curioso plato que mezcla lo dulce y lo salado con el perfume de la canela. Un plato de fiesta que se sirve al principio de la comida.

Es el tradicional Cuscús marroquí de cordero, pollo, ternera o verdura el plato fuerte del restaurante que al igual que sucede en todo Marruecos se cocina a diario. Junto a él, el Tajín (o Tallín) que se elabora a modo de estofado de lenta cocción servido en el peculiar recipiente hecho de barro cocido barnizado y dotado de la característica tapa cónica. El cierre de una buena comida marroquí pasa por el té de menta junto a los exquisitos dulces preparados con una pasta que denominan “cuerno de gacela” y que sirve de base. En ellos abundan los dátiles y la miel.

En el capítulo de bebidas a algunos puede sorprenderles saber que en Marruecos se producen magníficos vinos, el Domaine de Sahari de Marrakech es un buen ejemplo de ello, tuvimos ocasión de comprobar el delicado equilibrio entre Cabernet Sauvignon y Merlot de este exótico tinto. De Casablanca proviene la cerveza Lager Beer, de color ámbar muy claro, con espuma blanca abundante y de rápida formación, su aspecto es refrescante, condición imprescindible procediendo de un clima tan cálido. Su aroma es algo lupulizado y quizás levemente afrutado y un claro sabor a malta. En cualquier caso recordemos que estamos teniendo la posibilidad de beber la misma cerveza que bebía Humphrey Bogart con su personaje Rick Blaine.

Música y espectáculos a diario no sólo amenizan y ambientan sino que conforman en sí mismo motivo más que suficiente para visitar este local. No estamos ante un show turístico, he tenido la oportunidad de disfrutar en muchas ocasiones de esta música en sus lugares de origen y pocas veces he vibrado tanto como lo hice cuando, ya al filo de la media noche, el laudista de Riad Bladi arrancó las primeras notas de “Ya bent bladi”.

Cuando finalmente marché, dejando atrás aquella mágica velada, sufrí durante algunos segundos cierta confusión: estaba seguro que debía de atravesar la puerta de Bab Jédid para salir de la Medina de Casablanca y encaminarme a mi hotel. Pero no, realmente no estuve aquella noche en Marruecos… ¿o sí?
 

Riad Bladi, C/Las Mercedes, 26. Torremolinos. Tlf.952388875




© 2012, Manuel Medina
Escritor y Viajero
Editorial - Restaurantes Internacionales - Riad Bladi