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REPORTAJE Washington, de rosa en el centenario de la fiesta de los cerezos
Sábado, 24 de marzo 2012





















   Por Lukas Ondreka (dpa)

   Washington, 23 mar (dpa) - Una pequeña ceremonia que comenzó en 1912 forma parte actualmente de una de las grandes atracciones turísticas de Washington. En aquel entonces, hace ahora un siglo, la esposa del presidente, Helen Taft, y la mujer del embajador de Japón plantaron dos cerezos. Y sin preverlo, sentaron las bases de lo que se convertiría en unos de los mayores espectáculos naturales de Estados Unidos: la fiesta nacional de la floración del cerezo.

   En aquel entonces, el alcalde de Tokio regaló a la capital estadounidense 3.000 cerezos y, cien años después, Washington se prepara para recibir, como viene siendo habitual cuando llega la primavera, más de un millón de turistas. La madrina del redondo aniversario es nada menos que la primera dama, Michelle Obama.

   A lo largo del Tidal Basin pueden verse aún 100 de los árboles originales, que han sobrevivido un siglo. Pero en total, unos 3.700 cerezos se distribuyen por las orillas de este lago artificial situado a tres kilómetros del Capitolio. Cuando florecen las 16 clases de árboles, los paseos por el barrio del gobierno en Washington se tiñen de rosa. "Esto es un paraíso", dice Olivier Le Nard, un estudiante de intercambio francés de 23 años.

   Dar con el momento justo de floración, lo que los japoneses llaman "hanami", es un poco cuestión de suerte. Aunque el festival, de cinco semanas, acaba de empezar en Washington, debido a las temperaturas anormalmente cálidas, las flores se han abierto antes de lo esperado. Su duración es de apenas diez días, hasta que el viento empieza a arrancar los pétalos y esparcirlos por el suelo.

   "Es como la vida misma", dice Rob DeFeo, experto en jardinería del Servicio Nacional de Parques (NPS). "Florecen y se van. Breve, pero dulce." DeFeo y sus compañeros riegan y cuidan de los cerezos todo el año, para intentar prolongar su vida al máximo. Sin embargo, los turistas no siempre tienen consideración, y a veces intentan llevarse una ramita de cerezo. "Intentamos impedir que la gente dañe los árboles, pero sucede", dice la portavoz del NPS Carol Johnson. "Rompen ramas o flores y pisan las raíces de los árboles."

   La fiesta de la floración del cerezo en Washington, que se celebra desde 1935, tiene un significado que va más allá de lo meramente turístico: el regalo japonés de hace 100 años simbolizaba la creciente amistad entre ambos países. Los árboles superaron el enfrentamiento durante la Segunda Guerra Mundial y, aunque tras el ataque japonés a Pearl Harbor (1941) se suspendió la celebración, dos años más tarde, tras la capitulación de Japón, regresó la fiesta.

   Un siglo después de aquel regalo, Japón vuelve a apostar por "la diplomacia de los cerezos". El encargado de negocios de la embajada japonesa, Kazuhide Ishikawa, aseguró a los estadounidenses con motivo del festival que su amistad "se profundizará a lo largo de otros cien años". Aunque es poco probable que los árboles originales vivan para ver el bicentenario: según Johnson, los cien cerezos supervivientes casi han duplicado su esperanza de vida.



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