Editorial El universo del Crucero (I)
Sábado, 31 de marzo 2012 Manuel Medina
Prólogo
“Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca, pide que tu camino sea largo, y rico en aventuras y experiencias”
La Odisea, Homero, siglo VIII a. C.
Prólogo
No será necesario un nuevo Galileo -suponemos- para hacer valer la evidencia: es el barco el que se mueve, y las ciudades visitadas (obviamente) permanecen en “su sitio”. Permítase este burlesco modo de abordar el asunto, pero la cosa tiene su justificación.
Los primeros buques adaptados a los viajes de placer conservaban (incluso potenciaban) la imagen, la estética, la sensación, en definitiva, la realidad: el viajero estaba en un barco, y todo quedaba impregnado por la travesía marítima. Actualmente, el turista apenas tiene “sensaciones” de encontrarse en un buque (salvo los que las busquen). Los actuales barcos constituyen centros de ocio cuyo entorno hace -casi- olvidar la navegación (gracias a los estabilizadores modernos, también el movimiento del mar) y los puertos de destino van apareciendo, por arte de magia, cada mañana al levantarnos. A tal extremo llega el asunto que el contrapunto empieza a convertirse en alternativa: naves muy marineras (incluso Clippers) aparecen como opción a estas ciudades flotantes.
Con todo ello procede justificar la serie de artículos que hoy iniciamos íntegramente dedicada al mundo de los cruceros con una definición: Un crucero es, literalmente, un hotel que viaja. Añadamos una invitación: Un crucero es, sin duda, una magnífica oportunidad para convertir el viaje en una experiencia extremadamente placentera.
Manuel Medina
Escritor y Viajero